Y a todo esto, ¿qué tendría que ver la transparencia con las elecciones?

Desde hace décadas, o quizá incluso generaciones, la desconfianza en la política se encuentra cómodamente instalada como uno de los lugares comunes más recurrentes. Ciudadanos de diversos países dan por sentado que el carácter arcano de la cosa pública esconde secretos inconfesables de la clase política. El problema no sólo radica en la desconfianza crónica sino en que no en pocas ocasiones, efectivamente, han existido una variedad de hechos, decisiones, presupuestos o conductas que diversos intereses políticos hubieran preferido mantener ocultos. Esta realidad ha conducido a una malsana alienación entre gobierno y ciudadanos, con efectos perjudiciales para ambos y para la calidad de la democracia. Un gobierno con déficit de credibilidad encuentra problemas para motivar la participación de la ciudadanía a la que sirve, y se ve asediado de manera constante por crisis de comunicación que minan su capacidad de gestión y erosionan su legitimidad.

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Maestro en Ciencia Política por la Universidad de Purdue y en Políticas Públicas por la de Pittsburgh. Su agenda de investigación se enfoca en temas relacionados con rendición de cuentas, transparencia, corrupción, diseño institucional, comunicación política y conducta electoral. (Las opiniones vertidas en este artículo son responsabilidad exclusiva del autor).

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